sábado, 18 de mayo de 2013

Agua sintética

No hace mucho que leí la noticia. O quizás, la escuché. O me lo contaron. No sé, no sé. El caso es que llegó  a mi conocimiento la imposición de una cuantiosa multa a cierta multinacional por vender, embotellada y con declaración de cualidades extras, agua del grifo.
Acabo de buscar la noticia en Internet. Aparece un número de entradas tal, que no dispongo de vida para leerlas. Las dos primeras ya se contradicen. Una dice que sólo es agua purificada y la otra que lleva arsénico y otros venenos y bacterias. Ahora ya dispongo de dos líneas de ataque opuestas. Lo que yo quiera, será. Sesgo un poco la búsqueda y puedo afirmarme, e incluso dar una charla, sobre la bondad o maldad de dicha agua. Lo que ustedes deseen.
No dispongo de conocimientos ni medios para formarme una idea lo más aséptica posible de la calidad de ese líquido a partir de una muestra de él.
Ni me importa.
Lo mío es la gente. Bueno, mi gente y mi perra. Englobo en "mi gente"  a aquellas personas que tiene acceso a mis tripas y a mis neuras. No importan trozos de gen compartido, ni tiempo de hospedaje en mi barriga, ni condición de ningún tipo. Basta con que su mirada o sus letras me importen ahora. Ya son "mi gente".
No busco entradas en intenet para confirmarme en ellas.
Son seda, lino, algodón o tela de saco, pero de una pieza. No entran en mi constelación como una colcha de patchwork (o almazuela, lo que ustedes deseen, que uno tiene sus obsesiones).
En este caso, si que dispongo de medios para formarme una idea propia. Su mirada, su palabra, sus letras o su voz. Incluso su piel. Tengo acceso al manantial primigenio: ellos mismos.
Es así de sencillo. O me lo parece.
Peco de plasta. De insistente. De "niño preguntón". A cada uno de los de "mi gente" les arrogo propiedades mágicas que me desvelan secretos. Y pregunto hasta que cae el velo de mis dudas. A ellos.
No me interesa para nada lo que uno piensa que debe pensar el otro. Para eso ya tengo "al otro".
Me pueden presentar pruebas irrefutables, imágenes, trozos de texto, palabras grabadas, olores impregnados de colonias o sudores en sudarios "auténticos". Muchas pruebas. Muchísimas. Tantas que podría fabricar la famosa colcha de patchwork de modo que fuesen imperceptibles las costuras, pero,
¿Para qué tanto esfuerzo, Don Rodolfo?
Las tortillas de langostas con cáscara son tan absurdas como los camarones abiertos al centro y a la plancha.
La línea recta tiene tantas formas que es la que más me pone.
Y tú opinión.

1 comentario:

  1. La línea recta de las cosas, de las personas... sí. Hay líneas que acongojan por su rectitud, aun así, es imposible torcerlas.

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