jueves, 16 de febrero de 2012
Satisfacción
¿A qué parece imposible que un jarrón reconstruido a partir de cien mil trocitos pueda ser más bonito que el original? Pues se da. Se me ha dado en la vida varias veces. Con mi madre es exagerada la diferencia. El jarrón era bello. Ahora es increíble. Por algún sitio es opaco y recio como si fuese de Talavera. Cambias un poco la vista y se hace chino. Delicado, excesívamente delicado y translúcido. Tiene toda la belleza de la reciedumbre de quien ama golpeándote con brusquedad en la espalda y la de aquella que lo hace con poemas y miradas. Es tan hermoso como simple. Sigo empeñado: lo más hermoso siempre es muy simple. Y cada vez conozco más gente así. Lástima que alguna no sea capaz de apreciar su gloriosa simplicidad como un éxito de la vida y se empeñe en evaluarse desde la complejidad absurda que dictan las normas. Eso te apalanca en el los trocitos rotos. Déjame que te ayude a usar el pegamento mágico. Me daría mucha satisfacción.
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