domingo, 29 de diciembre de 2013

La hoja de la navaja acaba por agradar

El difumino, el esfumato, el smog, la niebla, lo borroso, la desidia, el abandono, el desamor, la caída de la pasión, el planchado de la piel, el rímel, el black&white, el sepia, el campo que se cierra en círculo hasta el punto, el espacio plano, una línea y el olvido.
Y la amable reconstrucción. Selectiva y falsa. Acomodaticia. El bello recuerdo de lo que no fue. El agotador sonido del martillo pilón. "Debes sobrevivir". "Debes sobrevivir".  "Debes sobrevivir". "Debes sobrevivir".... .
Pues va ser que no.
Si hubiese nacido en Jalisco, abriría todo el pecho "pa" echar este grito: "¡Quiero revivir!".
Cada segundo, el péndulo que arrancó el día de tu marcha, debiera golpear con el canto de su pesa en mi sien. "¡Recuerda!". "¡Revive!".
El punto exacto no quiso mostrarse.
Una lombriz perforaba y reparaba mi tímpano.
Sólo supe cantar. Por si la lombriz había encerado tu membrana de los sonidos y escuchabas el silencio del mundo de los ruidos.
¡Silencio!. A cantar...
Ya sólo queda copia de tu piel en las dunas de arena.
Voy a ser limpiacristales.
Ya tengo el mango con esponja, tira de goma y botes de alcohol y amoniaco.
Quiero guardar la santa estampa de una expiración limpia.
Líneas perfectamente definidas, con pocos, pero suficientes colores, con el sonido de las respiraciones contenidas, con la ansiedad de estar viendo un error.
Ese lienzo quiero que dure sin trampearlo.
Llevarlo siempre en los bolsillos de mi presente y usarlo, tan sólo, para limpiarme el sudor de tu frente.

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